Las explosiones del rayos gamma son un misterio que trae de cabeza a los astrónomos desde los años 60, cuando fueron descubiertas en plena Guerra Fría y se pensó que provenían del bloque soviético. Hoy se cree que las más duraderas son los restos de explosiones de estrellas muy masivas (supernovas) y las más cortas podrían ser colisiones entre dos estrellas, pero no hay certeza absoluta.
En los últimos 50 años los telescopios terrestres y espaciales han detectado centenares de estas explosiones muy energéticas, a las que ahora se les ha encontrado una nueva utilidad astronómica. Uno de estos estallidos, bautizado como GRB 090323, ha sido localizado primero por el telescopio de rayos gamma Fermi, de la NASA. Una vez conocida su posición, fue observado con detalle por el Very Large Telescope (VLT) que el Observatorio Austral Europeo (ESO) tiene en Chile.
Los astrónomos, dirigidos por Sandra Savaglio, del Instituto Max Planck de Alemania, concluyeron que la luz de la explosión había cruzado la galaxia donde tuvo lugar y también otra galaxia cercana. "Cuando estudiamos la explosión fue una sorpresa ver cómo es el gas frío de estas dos galaxias, que están en el Universo temprano y que tenían elementos mucho más pesados que los que conocíamos para ese momento de la historia cósmica", ha explicado Savaglio.
Ciclos de vida y muerte
La explosión de rayos gamma sirvió, de este modo, para conocer que hace casi 12.000 millones de años el Universo ya tenía una química muy desarrollada: el gas actuó como un filtro de los rayos gamma, absorbiendo parte de su luz. Sin esa explosión, ambas galaxias hubieran resultado invisibles desde la Tierra.
Hasta ahora se pensaba que los elementos pesados estaban en galaxias más recientes, como la Vía Láctea. Estos elementos se producen gracias a que se suceden vidas y muertes de varias generaciones de estrellas, un ciclo que va enriqueciendo el gas de las galaxias. Ese enriquecimiento es lo que sirve para datar la historia de las galaxias.
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