sábado, 3 de marzo de 2012

La calidad del sueño no empeora con la edad

Si ya no duerme como antes, no le eche la culpa a la edad. Un nuevo estudio que entrevista a más de 150.000 personas descarta el paso de los años como factor que empeora la calidad del sueño. De hecho, refleja que la percepción que los participantes tienen de su sueño mejora con los años.


A través de una encuesta telefónica se les preguntaba por posibles alteraciones del sueño, somnolencia durante el día, por su salud general, su estado de ánimo, etc. Con esta información, los autores de la investigación, publicada en la revista 'Sleep', observaron que los que ya habían cumplido los 80 mostraban menos quejas que los jóvenes a la hora de 'pegar ojo'.
"Con este trabajo intentábamos confirmar en una amplia muestra de participantes la creencia popular, es decir, que se duerme peor con la edad. Sin embargo, los resultados lo contradicen y nos obligan a replantearnos todo lo que hasta ahora creemos saber sobre el sueño con el paso del tiempo", aclaran los investigadores, de la Univerdad de Pennsylvania (EEUU).


"Es posible que, precisamente por creer que el sueño empeora con la edad, sus expectativas sean menores y por eso exponen menos problemas, los asumen como algo natural", explica Javier Puertas, miembro de la Sociedad Española del Sueño y responsable de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario de la Ribera (Valencia).
Esta es una de las teorías que los propios autores de la investigación asumen, aunque también reconocen que el hecho de que los mayores tengan menos quejas pueda deberse a que su salud a lo largo de la vida ha sido buena y siempre han dormido bien.
En cualquier caso, cabe señalar que este estudio está basado en la percepción subjetiva de los encuestados, no en parámetros objetivos. Hasta la fecha, muchos estudios han analizado, por ejemplo, el número de horas que los participantes duermen respecto al tiempo que pasan en la cama (efectividad) y la continuidad. Lo que indica este tipo de trabajos es que la calidad del sueño se va deteriorando, aunque quienes lo viven no muestren quejas y puedan sentirse satisfechos.

jueves, 1 de marzo de 2012

El "hombre del hielo"

El genoma de Ötzi, el “hombre del hielo” que falleció hace 5.200 años y cuya momia glaciar fue descubierta en los Alpes italianos en 1991, acaba de ser secuenciado. Los investigadores han reconstruido su aspecto y han diagnosticado qué problemas de salud padecía.


El análisis del genoma de esta momia, que en el momento de la muerte contaba con 45 años, ha desvelado que Ötzi medía 1,60 metros y pesaba unos 50 kilos, así como que su grupo sanguíneo era 0, que tenía los ojos marrones y el cabello castaño, y que sufría de intolerancia a la lactosa. Los genes de Ötzi indican que sus ancestros migraron de Oriente Medio y su carga genética guarda similitud con la de habitantes de islas como Córcega y Cerdeña .


Por otra parte, la momia evidencia no sólo una predisposición genética a padecer enfermedades cardíacas sino también síntomas de haberla sufrido en forma de arteriosclerosis -endurecimiento de las arterias-. El dato es interesante teniendo en cuenta que, hace cinco mil años, Ötzi no estaba expuesto a los factores de riesgo que padece la sociedad actual. Además, tampoco era obeso y no tenía una vida sedentaria. “Usaremos los datos de Ötzi para averiguar cómo se desarrollaron en origen las enfermedades cardiovasculares humanas”, ha anunciado el antropólogo Albert Zink, coautor del estudio que publica Nature Communications.
Los científicos también han identificado restos de bacterias del género Borrelia, lo que supone la evidencia más antigua de la enfermedad de Lime o borreliosis, una infección transmitida por garrapatas de patas negras.

Los coyotes de la Edad del Hielo

Los coyotes de la Edad del Hielo eran mucho más grandes que los actuales, más similares a los lobos. Es la conclusión a la que han llegado Julie Meachen, del Centro Nacional de Síntesis de Evolución en Durham, Carolina del Norte (EE.UU.), y sus colegas tras estudiar esqueletos de estos cánidos con edades que van de 38.000 años de antigüedad hasta los ejemplares más modernos.


Los investigadores sospechan que sus cuerpos encogieron tras las vastas extinciones de fauna al final del pleistoceno, hace entre 11.500 y 10.000 años atrás, según un artículo que publica hoy Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). Así pasaron de pesar hasta 25 kilógramos a rondar los 10-18 kilos como máximo. El aumento de las temperaturas, que ascendieron 6º C de media en el planeta en un plazo de 5.000 años, pudo ser una de las causas si tenemos en cuenta que, cuando las temperaturas ascienden, los animales grandes lo pasan peor que los pequeños.


Sin embargo, dado que este fenómeno no afectó a otros carnívoros de la Edad del Hielo, los autores sugieren otra hipótesis más plausible: que los coyotes del pleistoceno eran "más grandes y robustos en respuesta a la presencia de competidores más grandes y de presas también de gran tamaño". Tras las extinciones, desaparecieron las grandes presas, así como algunos lobos gigantes, y los coyotes no necesitaban un gran cuerpo para poder competir. Como los individuos más pequeños necesitaban consumir menos cantidad de alimento, en el nuevo "escenario" la reducción del tamaño corporal supuso una importante ventaja.

Las pulgas 'gigantes' del Jurásico

Hace 165 millones de años, las pulgas que chupaban la sangre de los dinosaurios eran entre tres y cuatro veces más grandes que los parásitos del mundo actual. Así lo ha demostrado el hallazgo en China de nueve fósiles de estas pulgas 'gigantes', cuyo descubrimiento publica hoy la revista 'Nature'.
El equipo de André Nel, entomólogo del Museo de Historia Natural de París, encontró los espectaculares fósiles en las provincias chinas de Daohugou, Mongolia Interior y Liaoning, que datan de dos épocas diferentes, el Jurásico medio (hace 165 millones de años) y del Cretácico inferior (entre 145 y 99 millones de años).


En una época en la que la Tierra estaba habitada por dinosaurios y grandes reptiles, el hallazgo prueba que el tamaño de las pulgas también era significativamente mayor: el cuerpo de las hembras podía medir entre 14 y 20,6 milímetros y el de los machos entre 8 y 14,7 milímetros.
Estas dimensiones contrastan con las de las pulgas actuales, que oscilan entre 0,8 y 5 milímetros, y miden de media 3,5 milímetros.
Los restos encontrados de las 'superpulgas', tanto de hembras como de machos, muestran que tenían un abdomen largo y ancho, una cabeza relativamente pequeña, patas largas y una antena pequeña y compacta, pero carecían de alas.


Sin embargo, su rasgo más sorprendente es su impresionante 'trompa' (con forma de sifón alargado), con la que perforaban la piel de sus víctimas antes de succionar su sangre. Este órgano era más largo en las hembras que en los machos, y visiblemente menor que el de las pulgas de hoy en día. Conservan también algunos rasgos primitivos, en particular unas patas traseras no aptas para saltar.
Estas características sugieren a los investigadores que las pulgas gigantes evolucionaron a partir de la mosca escorpión, una especie alada que habitó en el Cretácico inferior, que tenía una boca similar para alimentarse del néctar de las flores y que se extinguió con la aparición de insectos modernos como los mosquitos o las hormigas.
"La boca y los genitales de las moscas escorpión macho son muy similares a los de las pulgas gigantes, lo que apoya la teoría de que ambas especies están relacionadas y que las pulgas gigantes son moscas escorpiones que evolucionaron para alimentarse de sangre", explicó Nel.
Con motivo de esa adaptación, las pulgas perdieron sus alas y disminuyó el tamaño de su antena y de sus ojos.

El Tiranosaurio rex poseía el mordisco más potente de todos los tiempos

De todos los animales que han caminado alguna vez sobre la Tierra, el mítico Tiranosaurio rex, recreado en películas como la trilogía de 'Parque Jurásico', es el que poseía el mordisco más potente. Así lo demuestra un estudio recién publicado por la revista de la Royal Society británica 'Biology Letters'.
La fuerza de la mandíbula del dinosaurio ha dividido durante años a la comunidad científica, hasta el punto de que algunos expertos han defendido que el mordisco del Tiranousaurio rex era tan débil que el animal debía limitarse a comer despojos de presas muertas.


Una simulación por ordenador ha determinado, sin embargo, que el saurio, que vivió hace 65 millones de años, podía ejercer una fuerza con su mandíbula de entre 20.000 y 57.000 newtons, hasta cuatro veces más que el animal vivo con el mordisco más potente, el águila americana.
El estudio, desarrollado por un equipo de la Universidad de Liverpool, sugiere que el Tiranosaurio rex, que podía alcanzar doce metros de largo y cuatro de altura, era capaz de cazar grandes animales para alimentarse y partir los huesos de sus presas con los dientes.


Los músculos de la mandíbula de los dinosaurios no se conservan entre los restos fósiles con los que trabajan los científicos, por lo que los responsables de la investigación han evaluado distintos modelos posibles de tejido muscular para calcular la fuerza que ejercía la mandíbula de un Tiranosaurio.
Incluso en los modelos en los que los músculos eran más débiles, la simulación por ordenador determinó que la potencia de la mandíbula del dinosaurio era dos veces mayor de la que se había determinado hasta ahora.
"El poder de la mandíbula del Tiranosaurio rex ha sido un tema muy debatido durante años. Los científicos solo cuentan con su esqueleto, ya que los músculos no se fosilizan, así que en muchas ocasiones tenemos que confiar en análisis estadísticos o bien en comparaciones cualitativas con animales vivos", explicó el responsable del estudio, Karl Bates.
Para contextualizar sus resultados, el equipo de Bates calculó la fuerza que ejercerían una mandíbula humana y una de águila si tuviera el tamaño de la de un Tiranosaurio.
En ambos casos, la potencia era mayor respecto a una mandíbula de tamaño natural, si bien el "enigmático dinosaurio gigante" continuaba poseyendo el mordisco más poderoso.
"Nuestros resultados muestran que el rex tenia un mordisco extremadamente potente. Es uno de los depredadores más peligrosos que han habitado nuestro planeta, y su esqueleto y su sistema muscular continuarán fascinando a los científicos durante años", explicó Bates.

'Síndrome de la piel tostada'

Atención a quienes tienen asientos calefactables en sus coches. Aunque consiguen aliviar notablemente el frío, los dermatólogos advierten de un posible riesgo denominado 'síndrome de la piel tostada'.
Según explican los especialistas, cuando la exposición a este mecanismo de calor es prolongada, pueden salir sarpullidos en los muslos y así lo recogen dos artículos publicados en la revista 'Archives of Dermatology'.
Uno de ellos describe el caso de una mujer de 67 años que desarrolló 'manchas reticuladas marrones', es decir, unas líneas rojas entrecruzadas en la parte posterior de sus muslos. El autor de este escrito, el dermatólogo Brian Adams, de la facultad de Medicina de la Universidad de Cincinnati (Ohio, EEUU), explica que el patrón de estas marcas coincidía con las zonas de su cuerpo que estaban en contacto con el asiento. Además, las imágenes mostraron que extremidad izquierda, que era la que estaba más fija al tapizado, presentaba mayor decoloración que la derecha (utilizada para pisar los pedales).


A lo largo del invierno, la señora encendió el calienta-asientos en 130 viajes durante 45 minutos y en otros 10 viajes durante dos horas. Lo que ocurre, según Jennifer Stein, profesora de Dermatología del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York, es que "a veces la gente no relaciona estas señales con el sistema de calentimiento del asiento".
El segundo artículo se refiere a una mujer de 40 años que utilizaba el asiento calefactable una hora cada día durante cuatro meses. También acudió al médico al observarse manchas similares en los muslos.
Aunque no es muy frecuente y tampoco grave, puntualiza el doctor Adams, se recomienda "evitar un excesivo contacto de la piel con este sistema de calentamiento". De forma aislada, se han registrado algunos casos de quemaduras por culpa de este mecanismo de calor.
Produce lo que se conoce como 'eritema ab igne' ('inflamación por fuego'), también llamado 'cabrillas' o, en el mundo anglosajón, 'síndrome de la piel tostada'. Ocurre con la exposición al calor, ya sea a través de los asientos calefactables o actos actos tan cotidianos como el simple hecho de pasar un rato con el ordenador sobre los muslos.
Como demuestran los ejemplos de los artículos publicados en 'Archives of Dermatology', la piel se enrojece desarrolla un patrón de manchas irregulares. Por lo general, la condición es benigna, pero el enrojecimiento de la piel puede ser permanente. En casos extremos pueden quedar cicatrices con tendencia a ulcerarse que habría que vigilar para que no se conviertan en un carcinoma (un tipo de tumor).


También se han publicado trabajos sobre otras situaciones parecidas derivadas del uso del ordenador sobre los muslos. Los médicos autores se dieron cuenta de que, al microscopio, los daños causados por el calor en la piel son parecidos a los que provocan las quemaduras solares.
El tratamiento, señala Adams, es sencillo. Basta con evitar la fuente de calor y, "con el tiempo, la piel tostada desaparece, aunque la decoloración puede durar meses".
Tradicionalmente, recuerda Stein, antes la gente sufría estos sarpullidos por sentarse demasiado cerca de fuego. Esta clase de eritemas afectaban a trabajadores expuestos a fuentes de calor, como panaderos o sopladores de cristal, o bien a personas que usaban estufas o braseros en casa cerca de las piernas.
Ahora, este síndrome ha comenzado a afectar a las personas que usan mucho tiempo el ordenador sobre los muslos o, como señalan los dos últimos trabajos del 'Archives of Dermatology', aquellos que utilizan en exceso los asientos calefactables.

Enfermedades crónicas y olvidadas

La mortalidad de aquellos que superan los 60 años y, en especial, la de quienes viven en países con medios y bajos ingresos, se ha convertido en un tema olvidado de la salud global.


"En el año 2005, la mitad de los cerca de 59 millones de muertes que hubo en el mundo fueron de personas que tenían más de 60 años y, de ellos, el 76% ocurrieron en países con ingresos medios o bajos, con cierto predominio de los hombres y aumentando cada año que pasa", explica Cleusa P. Ferri, del Instituto de Psiquiatría del King's College de Londres en un estudio publicado en la revista 'PLoS Medicine'.
En el estudio, capitaneado por la doctora Ferri, diferentes especialistas en neurología y medicina interna de Latino América, China y la India han recopilado una serie de datos sobre los estados de salud de cerca de 12.400 personas entradas con más de 60 años, de los que el 18,6% (2.306) murieron durante el tiempo que llevó este estudio.
"Tras seguir la evolución de esta muestra durante 2003 a 2005, hemos comprobado como las enfermedades crónicas están reemplanzando a las transmisibles como principales causas de muerte o discapacidad entre este sector de la población", comenta la doctora Ferri.


Los autores recogieron datos de cinco países latinos (Cuba, República Dominicana, Venezuela, Perú y México), de China (tanto de la zona rural como de la urbana) y de la India urbana, "pues son una buena muestra para extrapolar su situación al resto de países con los ingresos que estudiábamos". Y los resultados son claros: el accidente cerebrovascular se imponía como principal causa de muerte en todos los países salvo en el Perú y México rural, donde ganaban terreno la tuberculosis y las enfermedades hepáticas, respectivamente.
"Se estima que el accidente cerebrovascular ha causado alrededor de 5,7 millones de muertes en el año 2005. De ellos, más del 87% se produjo en este tipo de países analizados y sus víctimas 'predilectas', cerca del 83%, tenían más de 60 años", puntualiza la doctora Ferri. Pero hay más: "El accidente cerebrovascular contribuye de forma determinante en la discapacidad y dependencia entre los ancianos supervivientes", recuerda Ferri.
Acompañando a esta causa, los infartos y la diabetes forman el "top three" de causas de muerte entre los mayores.