Científicos de la Universidad de Oxford (Reino Unido) han identificado un gen en las aves que produce una molécula sensible a la luz en el hipotálamo, una región del cerebro vinculada a la regulación del hambre, el sueño y el deseo sexual. En primavera, esta molécula detecta que ha llegado el momento de buscar pareja y activa el sistema reproductivo de las aves. “Cuando escuchamos a los pájaros cantar en primavera, es porque una molécula sensible a la luz de su cerebro se ha activado”, aclara Russell Foster, coautor del trabajo. Al hacer coincidir el apareamiento con el cambio de estación, “las aves se aseguran de que habrá más comida disponible para sus crías cuando nazcan”, añade el investigador.
La molécula identificada pertenece a una familia de fotopigmentos llamados opsinas, que detectan cambios en la luz ambiental, como los que se producen durante el amanecer y el anochecer. Los investigadores también han encontrado estas opsinas en anfibios, reptiles y otras aves, pero no en los mamíferos.
No obstante, los mamíferos también son animales estacionales, incluido el ser humano. Concretamente, se ha demostrado los cambios de luz en las estaciones alteran la producción de melatonina. Por ejemplo, en las ovejas, cuando llega el otoño y se acortan los días, el aumento de la producción de melatonina estimula la reproducción, aumentando el número de espermatozoides en el semen de los machos a la vez que se incrementa la fertilidad de las hembras. Este mecanismo permite que los corderos nazcan coincidiendo con la llegada de la primavera.
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